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ALIMENTACIÓN COMPLEMENTARIA EN LOS LACTANTES

 

El Equipo

La introducción de la alimentación no láctea o complementaria en el lactante es de vital importancia para el adecuado desarrollo del niño, para el establecimiento de sus preferencias alimentarias, adquisición de autonomía e interacción con su familia y entorno socio-cultural.

Según las últimas recomendaciones de la European Society for Paediatric Gastroenterology, Hepatology and Nutriction (ESPGHAN) de 2017, la alimentación complementaria no se debe iniciar antes de los 4 meses de edad ni después de los 6 meses. Lo ideal sería la introducción de los diferentes alimentos mientras se continúa con la lactancia materna, ya que previene la aparición de alergias alimentarias. El retraso en la introducción de ciertos alimentos no sólo no previene la alergia a los mismos sino que incluso podría favorecerla.

Aunque la OMS recomienda la leche materna como único alimento hasta los 6 meses de vida, en pacientes con ganancia insuficiente de peso se debería iniciar la alimentación complementaria a partir de los 4 meses. Los pacientes con peso adecuado también pueden simultanear la lactancia materna con la alimentación complementaria desde los 4 meses de edad.

Hoy en día existe más flexibilidad en el orden y en la edad de introducción de los distintos alimentos. Se debe ofrecer al lactante todo tipo de sabores y texturas, incluyendo los sabores ácidos y amargos. La aceptación temprana por parte del bebé de este tipo de sabores determinará su gusto posterior por alimentos tan importantes como las frutas y las verduras. Asimismo, no se recomienda añadir sal a los alimentos en el primer año de vida ni la ingesta de alimentos o bebidas azucarados. En cuanto al gluten, debe introducirse a partir de los 4 meses de vida (entre el 4º-6º mes) e ir aumentando la cantidad de forma progresiva.

Dado que la leche materna es pobre en hierro, todos los lactantes deben recibir una dieta que incluya alimentos ricos en hierro o enriquecidos con el mismo. La leche de vaca no debe ser la bebida principal antes del año de vida por su bajo contenido en hierro y porque además inhibe su absorción. Es importante valorar también la necesidad de suplementación con vitamina D en función del tipo de alimentación del niñ@ (para más información al respecto puedes leer nuestra entrada de blog sobre la suplementación de Vitamina D en lactantes).

La ingesta excesiva de energía (más de 75-80 kcal/kg/día), de proteínas (más del 15% de la ingesta calórica diaria) o de azúcares simples, son factores directamente relacionados con la aparición de obesidad infantil. Numerosos estudios sobre los hábitos de la población infantil española (enKID, ALSAMA, ALADINO) alertan de una ingesta excesiva de proteínas (sobre todo por el uso de embutidos, salchichas y otras carnes procesadas) y de alimentos azucarados (zumos envasados, refrescos, galletas, bollería, yogures y postres lácteos), que llevan a una ingesta excesiva de calorías y favorecen la obesidad. Por desgracia, España es el 2º país europeo con mayor tasa de obesidad infantil y Canarias la 1ª Comunidad Autónoma, todo ello debido principalmente al abandono de la dieta mediterránea (rica en cereales integrales, legumbres, verduras, frutas, pescado y aceite de oliva), a la adquisición de malos hábitos dietéticos (comida rápida, alimentos procesados, alimentos azucarados) y al sedentarismo.

Las dietas veganas sólo son posibles bajo una estricta supervisión médica y los padres deben conocer las consecuencias en la salud de su hijo en el caso de no seguir las recomendaciones de suplementación de dichas dietas. Los lactantes vegetarianos deben recibir cantidades suficientes de leche materna o de fórmula (aproximadamente 500 ml), así como productos lácteos. Otros tipos de dietas, como la macrobiótica, no son adecuadas para el correcto desarrollo de los niños.

En cuanto al “Baby-led weaning” o alimentación complementaria guiada por el propio bebé, en la que éste va comiendo trozos de distintos alimentos (sanos) con sus propias manos, para que la técnica sea segura se requiere que el lactante sea mayor de 6 meses y posea cierta madurez en su tono postural y en la coordinación de la deglución.

En general, se debe respetar la sensación de hambre y de saciedad del bebé, evitando alimentarlo para calmarlo o como recompensa.